Cuando Thomas Jefferson escribió en la Declaración de Independencia que “todos los hombres son creados iguales”, sentó las bases para una forma de explorar la libertad sin precedentes. Tradicionalmente, Gran Bretaña y sus colonias habían estructurado el gobierno y la sociedad en función de la sumisión a la autoridad, a un monarca, a un marido, a un padre, a un esclavizador, lo que creó una sociedad inherentemente desigual. Si bien la Declaración de Independencia de Jefferson estaba destinada a una nación soberana, abrió debates locales y públicos sobre el significado de la libertad y la revolución. Como resultado de la Declaración de Independencia, la idea de que todas las personas tienen acceso a la igualdad, así como a los derechos fundamentales, como la libertad de expresión, la libertad de religión y el debido proceso legal, se debatió abiertamente en la esfera pública. Y aunque muchos estadounidenses estaban de acuerdo con esta idea, la mayoría encontró que estas ideas eran más aceptables en abstracto que en la práctica.
A medida que comenzaron a imaginar las posibilidades de una nueva nación, los forjadores consideraron profundamente cómo podrían apoyar el desarrollo del carácter de los ciudadanos estadounidenses. Estos líderes esperaban inculcar la virtud, o la capacidad de sacrificar el interés propio por el bien público, dentro del carácter del país, y específicamente a través de la creación de escuelas públicas. La esperanza era que las escuelas instruyeran a las mentes jóvenes en los “principios de la libertad” y alentaran la participación en la esfera pública para que estuvieran preparados para elegir a sus representantes. Los forjadores creían que un electorado tenía que estar bien informado para que la nación sobreviviera.
Una pintura de 1815 de John J. Bartlett titulada “América guiada por la sabiduría: una representación alegórica de los Estados Unidos que representa su independencia y prosperidad.”
—James Madison, Los papeles federalistas, 1787
En la década de 1700, el concepto de “democracia” tenía múltiples definiciones. El antiguo filósofo griego Aristóteles definió la democracia como un “sistema en el que todo el pueblo gobierna directamente”. Conocida como “democracia directa”, se considera una forma de gobierno en la que las políticas y leyes son decididas por una mayoría de todos los elegibles para votar, y no por un grupo de representantes elegidos. Por ejemplo, en la antigua Atenas, se requerían 6 mil ciudadanos para un quórum.
Los forjadores temían a la democracia directa y la veían como un “gobierno de la muchedumbre”. Pero el término democracia comenzó a adquirir un significado más amplio para expresar igualdad. Nuevos debates sobre el sufragio universal masculino, la tolerancia religiosa y el abolicionismo circularon no sólo entre los forjadores, sino también entre la gente común, como los agricultores y los obreros.
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